En defensa del EGO

Mirar La Realidad • 26 de junio de 2020

“No soy lo que me ha pasado, soy lo que decido ser” 
Carl Jung


Las actuales corrientes psicológicas y espirituales parten de la misma premisa: somos un SER, es decir, guardamos en lo más profundo de nuestra naturaleza la esencia de la que están hechas todas las cosas. La unicidad del Todo (te invito a echarle un vistazo a la física cuántica y sus quarks 😊).

Sin embargo, llegamos a un momento en nuestra vida en la que ya no podemos seguir, nuestro equilibrio ha desaparecido y la felicidad nos ha abandonado. Nos hacemos conscientes de que vivimos en piloto automático, y es entonces cuando decidimos retornar al origen y reencontrarnos con esa ESENCIA que sin duda somos, que hemos “escondido” bajo capas y capas de lo que llaman EGO, y en la estamos seguros reside nuestra felicidad perdida. Y es entonces cuando comienza nuestra cruzada personal, avalada por cuantas corrientes psicológicas y espirituales nos encontramos en nuestro camino de regreso a nuestra esencia: hay que luchar contra el ego.

Para hacerlo comprensible, nos explican que las máscaras de nuestro ego son como las capas de una cebolla, que hay que ir quitando para llegar al centro, pero recapacitemos por un segundo… ¿es menos cebolla la primera capa que arrancaste que su mismo corazón? ¿Son materias, especies o componentes distintos? La respuesta es...no.

Cuando aceptamos que nuestro ego es el causante de nuestra desesperación y nos lo colocan como un enemigo en casa, como algo ajeno a nosotros, comienza una lucha interna que nos divide. En un bando, aparentemente, nosotros-nuestra esencia, al otro lado de la trinchera, un ego solitario que se defiende…¿a quién defiende?. Pues a cada uno de nosotros, es su misión, para eso fue creado y ha sido su labor durante toda nuestra vida. Defendernos de las heridas que recibimos del exterior desde el mismo momento de nuestro nacimiento.

El ego apareció para proteger precisamente a esa esencia vulnerable que llegaba a un mundo donde ya vivían otros egos. Nos recogió de bebés y empezó a crear las capas de defensa y adaptación para poder sobrevivir en el mundo, en el tiempo y el espacio que nos toca vivir.

Para protegernos creó un ejército de soldados-máscaras que nos han mantenido integrad@s, aceptad@s y a salvo, y fabricó para nosotros una zona de confort.

En contra de lo que escucho constantemente, sobre la necesidad de eliminar las máscaras del ego como si fuesen algo ajeno a mi…defiendo mi derecho a agradecerle a mi miedo, las veces que me salvó la vida, a mi sentimiento de culpa que me hiciese reflexionar para pedir perdón, a mi reactividad que pusiese límites a quienes me atacaban, que la búsqueda de la aprobación de los demás me haya permitido ser aceptado, en mi familia, mis amigos y mi ambiente de trabajo.

Nuestro ego, nos ha convertido en personas sociales, en ciudadan@s del mundo, adaptándonos al medio en el que otros egos ya residían. Y lo ha hecho lo mejor que ha podido. Es por esto, que se resiste a ser eliminado, no entiende el porqué de nuestro interés en hacerlo desaparecer cuando ha hecho su trabajo tan eficientemente. Para atender a nuestros deseos, construyó para nosotros una sólida red de creencias (lo de limitantes o no es otra cuestión), ha creado nuestros pensamientos dotandonos de una identidad, ha manejado nuestras emociones decidiendo cuál disparar según su criterio para mantener nuestra supervivencia, y nos ha proporcionado una percepción del mundo exterior, que compartimos con otros egos. ¿Por qué debemos desechar un programa tan bien estructurado y tan eficaz?

Porque nuestro ego no se actualiza. Sigue manteniendo la lucha en tiempos de paz. Cuando sus defensas están ya obsoletas, y nos limitan para disfrutar; es hora de soltar el fusil, agradecerle cuanto ha hecho por nosotros mientras fuimos niñ@s vulnerables y dependientes y retomar las riendas de nuestra vida como adultos. Debemos reeducar a nuestro ego (se lo debemos), adaptarlo a nuestra nueva vida, limitar sus momentos de ira infantil que ya no tienen lugar en un entorno adulto donde la asertividad es la que reina, acallar los miedos infundados cuando nuestra realidad es de seguridad, manejar la ansiedad y el estrés, que es la energía en excesivo movimiento, que nos ha hecho conseguir muchas metas, pero que ahora, por el contrario, nos bloquea. 

Querido ego, no voy a luchar contra ti, solo voy a educarte hoy como adulto, lo que no pude hacer cuando era niñ@. Gracias, has hecho un buen trabajo. Me has traído hasta aquí pero ahora mando yo.

Solo tengo que hacer consciente que parte de mí es EGO, educarle y sentarle a tomar un café con mi ESENCIA.
Imagen de Peggy und Marco Lachmann-Anke en Pixabay 
Por Mirar la Realidad 1 de febrero de 2021
Imagen: Pixabay.com Cuenta la historia -o tal vez la leyenda- que durante la Primera Guerra Mundial conocida como la “Guerra de Trincheras”, Alfred Korzybski dirigía a su tropa siguiendo un mapa de la zona y… cayeron en un foso no señalizado, acuñando la máxima “el mapa no es el territorio”, que más tarde sería una premisa básica de la Programación Neuro Lingüística. Sea más o menos real la anécdota o acertada la afirmación, y sin entrar a valorar los avances posteriores en cuanto al conocimiento de la realidad (que cada vez tienden más a convertir al propio observador en el creador de la realidad~territorio), nos sumergiremos en la elaboración de nuestro propio mapa, empezando por el principio. El momento de nuestro nacimiento, supone nuestra llegada a un “territorio” que nos recibe con sensaciones completamente desconocidas. Todo cuanto nos era habitual desde el instante mismo de nuestra concepción era un medio líquido confortable, cálido, con una intensidad de luz y sonidos tamizados. Abruptamente se convierte en aire, luz, frío y ruido, pero nuestro mecanismo de percepción sigue intacto, hasta tal punto que el bebé seguirá “siendo” parte de su madre durante los primeros momentos de vida. Se da el caso de que, el mecanismo de propiocepción que nos hace conscientes de nuestro esquema corporal, y nos ubica y separa del espacio que nos rodea, no está aún desarrollado, no contamos con la posibilidad de conocer ninguna otra realidad con la que comparar, por lo tanto, desde este primer instante tomamos como única, real y verdadera cualquier sensación que percibamos desde el entorno que nos circunda, para ir conformando nuestro mapa particular, imprescindible para transitar nuestro territorio en concreto, dando cumplimiento a la programación básica: sobrevivir. Es en este momento de percepciones, sensaciones y emociones donde mapa y territorio se fusionan como una única realidad. Desde el instinto de preservar la supervivencia, cada individuo percibirá del exterior de manera muy diferente los acontecimientos que disparen la sensación de amenaza contra una de las necesidades básicas sobre las que cimentamos nuestra vida: la propia autonomía, la relación con los demás y la seguridad de entender el entorno. Si no son cubiertas de manera segura, llevará a desarrollar un miedo particular: miedo a ser invadido en nuestra identidad, en el espacio que ocupamos y el ser que somos; miedo a no vincularnos con otros, a no generar flujos de afecto que nos colmen la necesidad de amar y ser amados; miedo a no conseguir apoyo y orientación para comprender la información que percibimos de manera incoherente y aleatoria. Ante estos estímulos nuestra biología está preparada para resolverlos con una serie de mecanismos que, si bien es verdad son comunes, tampoco activan de igual manera los centros de percepción. Aquellos que reciban como principal amenaza la supervivencia de su autonomía dispararán en un primer momento los mecanismos viscerales más instintivos. Estudios recientes han demostrado que el sistema digestivo alberga un segundo cerebro con facultad suficiente para activar la toma de decisiones . Esta activación, llegará en un segundo término al cerebro, verdadero filtro de la realidad. En este caso, será el cerebro reptiliano el que tome las riendas para dar como auténtico el estímulo que se está percibiendo, disparando el enfado como estrategia de defensa y utilizando sus herramientas más familiares de lucha/huida. De esta manera nuestro mapa representará la defensa constante de un territorio percibido como invasivo . Por otra parte, los que sientan amenazada su vida ante la carencia afectiva de su entorno, buscarán desesperadamente en el territorio la creación de vínculos, y su mapa lo conformarán en base a la reacción activada desde el corazón antes que ninguna otra parte del organismo. El trabajo de Annie Marquier nos detalla rigurosamente como el cerebro del corazón mediante impulsos nerviosos, y conexiones bioquímicas y energéticas, estimula en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad . Este circuito pasa por el cerebro límbico donde “residen” las emociones como el amor, alegría, dolor… de forma que la tristeza será la emoción que dispare el filtro con el que se percibirán las sensaciones que el territorio haga llegar para la elaboración del mapa. De esta manera nuestro mapa representará la búsqueda de afecto constante de un territorio percibido como hostil. Por último, si para adaptarnos al medio en el que tenemos que vivir, nuestro territorio manda información contradictoria, incoherente sin patrones seguros, claros y definidos a los que poder aferrarnos para tener la seguridad de mantener la supervivencia, el sentimiento de inestabilidad e incertidumbre hará que para otros su mente, aún no analítica, busque de manera ansiosa esquemas y pautas que acoten el maremágnum de información desordenada e incomprensible que amenaza con no permitir crear una lógica sistemática que aporte seguridad en los resultados de nuestras acciones en el mundo que nos espera. De esta manera nuestro mapa representará la búsqueda de apoyo constante de un territorio percibido como caótico . Con todo lo anterior queda claro que desde el primer momento tomamos la parte por el todo, y elaboramos nuestro mapa con diferentes escalas (creyendo que es 1:1), y con distintos colores, basándonos siempre en la información que el territorio nos envía y con el filtro sensorial que nosotros poseemos. Ahora bien, ¿qué es el territorio? ¿son acontecimientos objetivos de una realidad neutral y equilibrada? Más bien, el territorio que percibimos en primera instancia no deja de ser la suma de los mapas particulares de las personas significativas que nos rodean, por lo que sobre la base de nuestra propia E2-moción -entendida como la E2nergía básica que nos mueve- debemos añadir los mandatos y las creencias limitantes que recibimos de ellos, y que aportan a nuestro mapa montañas, barrancos y acantilados, peligros en definitiva que producen en la apreciación infantil una herida que nos acompañará toda la vida, y desde la que seguiremos observando nuestro territorio aun cuando seamos más adultos. Estamos biológicamente programados para sobrevivir, el mapa nos ayuda a ello y para construirlo de la manera más eficiente posible, nuestra amígdala (detectora de peligros) dirige su enfoque precisamente hacia los estímulos exteriores que más daño pueden causar en esa herida que tenemos abierta (rechazo, abandono, injusticia…), con la función de mantenernos alerta para preservar y defender nuestra integridad vital. Es por esto que la afirmación de que todo cuanto observamos no es más que un falaz constructo nos es casi imposible de sostener, porque nuestra percepción visceral, emocional y mental nos lo presenta con total autenticidad, y en realidad así es. El peligro exterior existe, pero una vez establecido, nuestro mapa busca el territorio que más se ajuste a sus escalas, coordenadas y orografía, ignorando o desechando otros aspectos que también contiene, y que sí son percibidos por cuantos nos rodean usando otros filtros diferentes. Por ejemplo, si desplegamos un mapa diseñado desde la necesidad de autonomía y con el miedo a ser invadido, nuestro foco hacia el territorio estará especialmente alerta ante el peligro que suponen las personas emocionalmente invasivas, aquellas que no respetan el espacio. Estas nos activarán la herida de caer en la dependencia emocional que destruya nuestra individualidad. En el otro lado de esta misma situación, nos encontramos a la persona percibida como “peligro”. Tendrá desplegado su mapa diseñado desde la necesidad de vivir las relaciones y con el miedo a no crear vínculos, cuyo foco hacia el territorio estará especialmente alerta ante el peligro que suponen las personas que establecen límites dolorosos que activan su herida de rechazo y a no ser digno de ser amado o reconocido. Por lo tanto, ante todo lo anteriormente expuesto, ante todo Conócete a ti mismo : descubre que herramientas y que e-moción dirige tu vida, y reconoce con la mayor objetividad posible los filtros desde los que los demás construyen la realidad. De esta manera conseguiremos que nuestro mapa, aquel que comenzamos a escribir en las paredes de nuestro dormitorio con tizas de colores, que pasamos a papel con bolígrafo un poco más tarde, llegue a ser un mapa 3D que represente fidedignamente el territorio, eso sí… siempre virtual. Marisa L. Romero Facilitadora certificada TRE®. Madrid Artículo publicado en la Newsletter Asociación Española TRE®. Diciembre 2020
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